Desde hace un tiempo, Jose María Ribagorda (tipógrafo y profesor en la Escuela Superior de Diseño de Madrid) explica en sus clases que la tipografía no son letras sino formas que pueden ser leídas y escritas. Este es un sistema de repetición y organización del espacio de una forma ordenada y regular basada en módulos. Esta forma de entender la tipografía la ha acuñado como Metatipografía.
A priori, podemos pensar que su única finalidad es la de componer textos pero, ¿y si entendemos este proceso como la creación de un software en el que poder programar un determinado comportamiento? Su campo de aplicación creativa puede ser infinita, y si lo extrapolamos al branding, podríamos entenderlo como la creación de un sistema gráfico, es decir, de una identidad.
Un ejemplo claro es el proyecto Metatipografía modular realizado por Diego Quijano Sánchez. Como comenta en la publicación Monográfica.org,
no consiste en el diseño de una tipografía, sino en el de un sistema gráfico modular, en el que una serie de formas geométricas se combinan para la creación de unidades mayores (letras, textos, pictogramas, iconos, etc.). Es decir, una familia tipográfica, pero no de letras, sino de módulos independientes que podemos combinar como queramos.
Cuando pulsamos una tecla de nuestro teclado no aparece en la pantalla una letra, sino una forma geométrica modular que se combina con el resto ya que cada letra corresponde con una forma determinada que el propio diseñador a ideado y meditado previamente. Según Diego Quijano,
en este sentido es más una Metatipografía que una tipografía ya que no son letras enteras, sino partes modulares de éstas.
Existen más proyectos que aplican este proceso de trabajo como el realizado por el conocido estudio dirigido por Stefan Sagmeister para la empresa portuguesa de energía renovable EDP.
En este caso, no está aplicado directamente a la tipografía, sino al propio logotipo que lo hace más dinámico gracias a sus formas cambiantes. Estas se basan en cuatro formas geométricas: circunferencia, cuadrado, triángulo y media circunferencia, que interactúan entre sí para formar nuevos símbolos.
Pero existen otros proyectos más experimentales que nos enseñan las posibilidades que nos brinda este proceso de trabajo. Es el caso de The Guilty Hand Font. Un proyecto tipográfico realizado por Rubén Chumillas que bebe del diseño gráfico, la ilustración y la tipografía.
En lugar de números, letras o formas modulares, Chumillas crea una fuente tipográfica basada en cabezas, torsos izquierdos y torsos derechos para crear sus personajes. En total, 344 partes combinadas en tres teclas de las que poder obtener más de dos millones de personajes. Aunque cada una de las partes funcionan de forma independiente, la tipografía está programada de tal manera para que se acoplen perfectamente entre sí y hacer que el usuario sólo tenga que pensar en las combinaciones de una forma sencilla e intuitiva.
Con ella y con todos los proyectos que utilizan esta metodología, tienen un campo infinito de aplicación en la que poder generar sistemas gráficos de toda índole e identidades que facilita el proceso de trabajo del usuario.
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