Pido perdón por herir su sensibilidad con lo que les voy a mostrar, pero es necesario. Hace ya tiempo que me pregunto por qué, en general y salvo honrosas excepciones, son tan deficientes las identidades visuales relacionadas con el deporte.
Se observa un empecinado empeño en renunciar a la inteligencia de las ideas, dejando todo a merced de lo puramente formal. Por ello, solo pueden enjuiciarse desde lo subjetivo, del me gusta /no me gusta. No existe ningún otro parámetro de evaluación.
Así, permítanme que desde mi subjetividad les diga que en su inmensa mayoría los dibujos (pues no son otra cosa) me parecen francamente feos.
Intrigado por esta sinrazón, he indagado acerca de las identidades visuales de las distintas federaciones deportivas, en la razonable creencia de que en gran medida debe recaer en ellas la responsabilidad en el proceso de gestación de las identidades de los distintos eventos, campeonatos, etc., que organizan o en los que participan.
Y aquí les muestro un generoso resumen.
Esta es la razón por la que iniciaba este post rogando su perdón.
Demoledor ejemplo de aquel refrán que dice que de aquellos polvos vienen estos lodos. Tremendo.
Aún así y de forma quizá un tanto milagrosa, alguna cosa hay que escapa a semejante destino. Y para limpiarles la retina de tantos horrores quiero terminar mostrando tres ejemplos de identidad visual que nacen inteligentes y que resuelven legítimamente las necesidades funcionales que las hacían necesarias.
Mediante el uso estricto de la tipografía se consigue narrar de manera inteligente una historia adecuada al evento.
Brillante y sucinto ejemplo de cómo transformar la identidad del patrocinador en la identidad del evento. Menos es mucho más.
Magnífico ejemplo de identidad-sistema que permite personalizar coordinadamente la identidad genérica con la de cada una de las distintas sedes.
Algo parecido a esta galería de los horrores ocurre con el diseño de los trofeos deportivos, pero esa es otra historia. O no.