¡Por fin es verano! Ya está aquí la mejor época del año para disfrutar de la vida en un pueblo, los días largos invitan a salir a la calle y empieza la temporada de fiestas mayores y aunque a mi, las de mi pueblo me encantan, no os voy a hablar de eso.
Precisamente hoy, he recogido del buzón el programa de las fiestas con su cartel en la portada. El cartel es bonito y fresco, pero como podría serlo la etiqueta de una colonia. De hecho, podría ser muchas cosas, y de alguna manera lo he visto ya muchas veces.
Este cartel es sólo un ejemplo más de lo que me ha llevado a escribir esta reflexión sobre la falta de contenido en algunos diseños, que pueden resultar a veces bonitos, pero que en realidad están vacíos.
Lo que más me ha disgustado es que no han aprovechado la oportunidad para diseñar teniendo delante un proyecto cargado de contenido, donde hay tantísimo en que inspirarse, intentando reflejar el espíritu de un pueblo en fiestas, o sus tradiciones… En su lugar, se han limitado a satisfacer la obsesión por el estilo alejando el resultado del verdadero sentido del diseño: comunicar.
Como diseñadores, se nos supone un conocimiento del lenguaje visual y de cómo usarlo para transmitir conceptos, dándoles una forma adecuada para el público al que nos dirigimos. Pero la realidad es que abundan los diseños en los que se nota “que la casa se empieza por el tejado”, buscando el resultado bonito sin pasar por la reflexión previa.
A los 33 años Paul Rand describió en su libro Thoughts on Design, de una manera sencilla y clara, las bases para definir qué hace de un diseño un BUEN DISEÑO. En su ensayo, The Designer’s Problem reflexiona sobre el proceso de trabajo que sigue un diseñador para conseguir un buen resultado partiendo de los tres tipos de materiales con los que cuenta: el material dado (logotipo, formato, copy, proceso de producción..), el material formal (espacio, proporciones, ritmo, masa, forma…) y el material psicológico (percepción visual, las emociones, instintos e intuiciones del espectador…). Lo primero que hace es dejar claro que no se trata de perder el tiempo moviendo los elementos aleatoriamente hasta que de repente.. Oh! lo tengo, así queda bonito. Por el contrario, cada diseñador debería encontrar su propio proceso mental de creación, analizando, interpretando, observando, echando mano de su intuición, para obtener la idea en la que basar su diseño. Partiendo de esa idea, entonces sí: jugar, experimentar, ir más allá para conseguir la mejor solución y el equilibrio entre función y forma.
Os recomiendo a todos la lectura de este libro, que inspira y ordena conceptos a partes iguales.
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