El diseño es el interfaz de la interacción que tenemos con las marcas. Tiene la capacidad de
emocionar, de atraer e incluso de hacerte sentir parte de algo o en sintonía con alguien. Y es
un instrumento clave para transmitir el relato y propósito de una marca.
Sin embargo, es importante tener claro que el diseño es una más de las disciplinas que
intervienen en un proceso de construcción de una marca. Y como el resto, para lograr sus
objetivos debe responder a la estrategia de marca previamente definida, de otro modo corre
el riesgo de ser una apuesta formal a la que le falta sentido.
Más allá del logotipo
También es importante entender que el diseño es mucho más que crear un logotipo. Aunque
cuando se habla de branding mucha gente piensa en logos, en realidad el diseño interviene en
todo el proceso de interacción que tenemos con una marca (customer journey), por lo que
consiste en diseñar todas las expresiones físicas, gráficas, audiovisuales e interactivas de una
marca.
El logotipo es clave para identificar una marca y con el tiempo adquiere un valor simbólico
significativo. Pero no sólo se trata de crear un logotipo, sino de planificar y luego diseñar una
experiencia global coherente con la estrategia definida, que debe activarse de acuerdo al tono
y estilo acordados a través de todos los puntos de contacto que una empresa tiene con sus
públicos.
“La identidad constituye la única esencia diferenciadora verdadera. Sin ella todo pertenece al
terreno de lo cosmético, de la mera apariencia. Por ello el diseño, más allá de gustar, debe
convenir al proyecto y transmitir las ideas y emociones adecuadas. Diseñar es nunca hacer las
cosas en vano”. Así lo resumía perfectamente nuestro Director Creativo Ejecutivo, Josep Maria
Mir, en una reciente entrevista en la revista Experimenta.
Por ello una mera identidad visual no puede ser entendida por si sola como branding, sino
como una parte – importante, eso sí – de él. En este sentido, la estrategia debe trasladarse a
un concepto creativo que permita a la marca expandirse y transmitir en cada punto de
contacto con el usuario las mismas emociones y valores. Ambos elementos deben ir de la
mano para que funcionen.
En resumen, el contenido debe siempre preceder al diseño. Si esto no ocurre, no hablamos de
diseño sino de forma.